El narrador

Expresión escrita.

EL NARRADOR

Autor. Persona que escribe el relato.

Narrador. Dentro del texto, persona que relata la narración al lector. Puede coincidir, o no, con el autor.

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En el presente ejercicio, independientemente del quien sea la persona autora del texto, el narrador debe ser la señorita Isabel o Isabelita.

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Continuación libre del inicio de la narración Expediente de cierre, de Antonio Martínez Menchén.


Le preparo un café, para alegrarle un poco la mañana; él sonríe agradecido. Los oigo conversar y es música, mientras realizo los quehaceres propios de la casa. Pronto tendré que volver a la cocina para preparar la comida…

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Don Liborio terminó su trabajo con el señor Juan. Rápidamente se despidió de la señorita Isabel y se retiró.

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Juan tiene un amigo que por la mañana llega al despacho para ayudar a su padre. Es don Liborio, un hombre pequeño, un poco calvo. La hija de don Juan por las mañanas sale a comprar el periódico y oculta la soledad que siempre tiene dentro de ella.

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Liborio venía muerto de frío. Le invité a que entrara y tomara un café que acababa de hacer. Terminado el café me dio las gracias y se fue a ayudar a Juan.

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Llegó don Liborio, abrió la puerta y como cada día sigue la misma rutina: él está ayudando a mi padre con el trabajo de los papeles.

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Sin embargo yo estoy esperando que llegue la tarde para reunirme con mis amigas, aunque al final es casi empre lo mismo: una se queja de todo, la otra siempre pendiente de los demás… Siento que llevo una vida un poco aburrida, llena de rutinas. Al final del día siempre me pregunto como cambiará al morir mi padre.

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Abro la puerta y como cada día me saluda con un “Buenos días, señorita Isabel, ¿su padre está listo?”.

Sí –le respondo– está en el comedor desayunando. ¿Quiere tomarse un café caliente?

Muchas gracias – contesta Librorio–. Me vendrá bien, hace mucho frío hoy.

-Acompáñeme, señor Liborio, venga a tomárselo con él. El fuego está encendido en el comedor.

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No eran aún las nueve cuando pareció que llamaban por el timbre. Abrí la puerta y allá estaba un amigo de mi padre. Era muy guapo. Siempre que venía él me ponía la mejor ropa que tenía con la esperanza de que un día se fijara en mi. Estaba sola, tenía que conseguir casarme antes de que muriera mi padre.

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Cada mañana, cuando termino de preparar el desayuno a mi padre, me pregunto cuantos minutos faltan para que llegue Librorio. Luego me paro un instante y los pensamientos se agolpan… Mi vida transcurre siempre igual, monótona y gris, sin nada nuevo. Me pregunto si mi final no será parecido al de Liborio… Luego despierto y vuelvo a la rutina.

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Me había acostumbrado a la presencia de don Liborio. Cada mañana se levantaba a las ocho de la mañana. Me preparaba el desayuno, me levantaba a las ocho y media, yo me duchaba primero, después me secaba y me arreglaba. Almorzábamos juntos y después yo iba a trabajar y él se dirigía a sus quehaceres.

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