Era de noche y como cada año por Halloween Iris, Raúl y Oscar iban juntos a pedir caramelos a los vecinos del barrio. Se pusieron los disfraces y fueron pidiendo de casa en casa. Recibieron muchos caramelos y chuches.
Ya era medianoche y era luna llena. Sólo les quedaba una casa… una casa muy siniestra que, justamente, tenía el cementerio al lado y se oían los pasos de los gatos negros que corrían por allí. Era la casa más terrorífica que habían visto en su vida.
Llamaron a la puerta pero nadie les abrió. Oscar se dio cuenta de que la puerta estaba abierta y exclamó:
– ¡¡¡ Eh, mirad, se han dejado la puerta abierta!!!
– ¡Qué bien, vamos a investigar!- Dijo Sam
A Raúl todo esto le asustaba y como no estaba muy convencido dijo:
– Yo creo que deberíamos marcharnos a casa, seguro que es una casa corriente decorada para Halloween. Estoy seguro que no está encantada. ¿No creéis?
Sin embargo Iris, Sam y Oscar se empeñaron en entrar:
– ¡Vamos Raúl! ¡Jolín, todo te da miedo!¡Por favor!- Gritó Iris
Al final convencieron a Raúl y los cuatro entraron en aquella casa tan especial. Estuvieron investigando durante una hora. Oscar dijo:
– ¡Vámonos chicos!, aquí no hay nada interesante ni nada que investigar, no vale la pena.
– Emmm… Oscar- Dijo Raúl – ¿Qué es eso rojo de la mesa?
– Pues me parece que es… ¡¡Sangre!! – Dijo Oscar.
– ¡Vámonos de aquí! – Gritó Raúl
Pero Sam insistió en que se quedara porque el caso se ponía interesante, así que se quedaron. De repente… la luz del salón se encendía y se apagaba. Ellos muertos de miedo empezaron a gritar pero vino un hombre que era un viejo que cuando las luces se apagaban parecía un fantasma.
El hombre encendió una linterna y les explicó todo. Lo de las luces era porque no funcionaban bien, eran viejas. Y la sangre no era sangre no era sangre era una bebida alcohólica.
Entonces lo entendieron todo, pidieron perdón por haber entrado sin permiso y se fueron. Cuando se iban a despedir Sam exclamó:
– ¡¡ Ha sido la mejor noche de Halloween!!
Irene García 5è