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El ángel caído, de Jordi Sierra i Fabra

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EL ÁNGEL CAÍDO,
DE JORDI SIERRA I FABRA
Madrid, Ayuntamiento, 2004

Anabel Sáiz Ripoll

“El ángel caído” es el número 1 de la colección “Hitos de Madrid”, la cual surge de la colaboración entre las Bibliotecas Públicas de Madrid, la Organización de Amigos del Libro Infantil y Juvenil y el propio Ayuntamiento madrileño. Dicha colección pretende enlazar la literatura con los principales monumentos de la ciudad para, así, convertirla en una capital literaria, sentida, especial. Reseñamos hoy este libro con un doble propósito: porque es una historia llena de magia y misterio y porque es un ejemplo que quizá nuestros centros y Bibliotecas podrían seguir.
Pues bien, como decíamos, el primer título de “Hitos de Madrid” está escrito por Jordi Sierra i Fabra, ilustrado por Quique Palomo y con un prólogo de Alfredo Gómez Cerdá, a quien también hemos reseñado algún título en estas páginas.
En la Plaza de Honduras del Parque del Retiro se puede admirar el monumento al ángel caído, a Luzbel, al ángel más bello que se rebeló contra Dios. Ricardo Bellver fue quien lo esculpió y se inauguró el 29 de abril de 1880. Tuvo, eso sí, muchos problemas para ser instalado allí porque resultaba ofensivo dedicar un momento el mismísimo diablo. Es casi la única ciudad del mundo que tiene un monumento de estas características (Sierra i Fabra nos recuerda que existe otro en Tantapi, Ecuador). Cabe mencionar aquí también que el ángel caído es un tema apreciado por los escritores y escritoras románticos puesto que ellos mismos se ven como una especie de ángeles desposeídos, de titanes arrojados del paraíso.
Pues bien, Jordi Sierra i Fabra obvia estos aspectos de la realidad (que es del dominio público) y trama una historia fascinante. Un Rey sueña (y no es un rey cualquiera, es el Rey de España). Sueña con un proyecto fabuloso y para ello necesita contar con su maestro escultor que en aquellos momentos se encuentra trabajando en El Escorial. Para el pobre escultor éste es un encargo sin igual, que lo deja anonadado porque no tiene ni idea de qué debe hacer. Piensa y se desespera. Decide acudir a la Iglesia y allí sus rezos son recogidos por un extraño joven que le da la gran idea. ¿Por qué no esculpir un monumento a Lucifer? Y dicho y hecho. Esculpe la más bella estatua y, cuando le falta la cara, de nuevo, como en un prodigio, se le aparece el mismo joven misterioso. El maestro esculpe al diablo con una hermosa sonrisa y aquí empieza la magia de la historia. Dios habla al maestro y muestra su disgusto porque ha representado al diablo con una sonrisa y dice. “El mal ha de existir como complemento del bien. Pero el mal nunca puede sonreír y menos hacerlo en público, aunque sea en piedra, pues tu obra será vista por futuras generaciones a las que sobrecogerá” y es el espíritu de Dios quien borra esa sonrisa y coloca en su lugar la mueca de horror que hoy vemos. El diablo ha sido vencido una vez más y el día de la inauguración, sólo el maestro escultor escucha “Un grito terrible, dramático, que parecía surgir de lo más profundo de la tierra, de su fuego más devorador. Un grito de angustia y a la vez de derrota, de tiniebla y pesar, de crepúsculo y… eternidad”. El grito del joven bello.
Ahora le queda al lector hacer la reflexión final y encontrar lo que existe de poesía en este texto de Sierra i Fabra y en la propia escultura cuyo origen ha recreado en este libro.

MEMORIAS DEL IDHÚN, III. PANTEÓN

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MEMORIAS DEL IDHÚN, III. PANTEÓN,
Laura Gallego, SM, 2006

Anabel Sáiz Ripoll

Con “Memorias del Idhún III. Panteón” se completa la trilogía que ha dedicado Laura Gallego a este mundo fantástico llamado Idhún. Dejamos la segunda parte en un momento muy crucial en la vida de los personajes y lo retomamos en ese mismo punto. Gerde, el hada malvada, la feérica traidora, sirve de receptáculo humano para el Séptimo Dios, el creador de los sheks y de todas las discordias en Idhún.
Mientras, las otros Seis Dioses han intuido o han percibido la presencia de este Séptimo en discordia y deciden darse un paseo por Idhún para localizarlo y aniquilarlo; pero la presencia de un dios como los que describe Gallego no tiene nada que ver con el amor ni la ternura, puesto que son seres que no se apiadan de los mortales y que no dudan en acabar con el mundo que han creado si hace falta porque se saben capaces de crear otro. Los dioses se manifiestan por tierra, mar y aire y van acosando, en distintos flancos, a los idhunitas.
Son distintas las perspectivas que plantea Laura Gallego. Por un lado, la lucha de Gerde por mantenerse a salvo a ella y a los sheks y por permitirles llegar a otro mundo donde no sean perseguidos; aunque, no nos engañemos, Gerde sigue siendo tan hermosa como malvada. No es ella quien tiene que darnos pena, sino otros seres más desvalidos.
Por otro lado, reencontramos a personajes como la semiyan Kimara y los dragones que luchan a contracorriente por un mundo que empieza a desaparecer. No falta Alsan quien ha aprendido a controlar, de una manera siniestra, a la bestia que llevaba dentro y que no descubre sus errores hasta que es demasiado tarde. Y no faltan los otros personajes, la Madre Venerable, Shail, la celeste Zaiusei y otros tantos que forman un entramado tupido y bien cerrado.
En la anterior entrega habíamos dejado a Victoria muy maltrecha; ahora, poco a poco, se recupera y con ella todo el poder del unicornio y toda la capacidad de dar magia. En “Panteón” se cierra la tríada puesto que Victoria ya deja de ser una niña y manifiesta un amor abierto hacia Jack y Kirtash. Victoria tiene lazos con ambos y establece con ellos una relación de amor difícil de entender para los humanos del todo, pero no tan difícil para criaturas que mezclan dos naturalezas distintas; como la sabemos, unicornio, dragón, shek y todos son el último en su especie, lo cual es un reto singular; más si tenemos en cuenta que Victoria, al final de “Panteón” es madre de dos hijos, uno de Jack y otro de Kirtash. La pregunta que podemos hacernos es ¿qué pasará con estas criaturas en el futuro? ¿Volverá Laura Gallego sobre ellas?
En definitiva, Idhún casi es aniquilado por los propios dioses que, en el Oráculo, se manifiestas a voces y no dudan en menospreciar la pequeñez de sus criaturas que son, para ellos, meros juguetes. Cuando termina el libro, se ha restablecido el Panteón de los dioses, el Séptimo aún sigue en discordia, con todas sus contradicciones y el mundo idhunita para la tríada se ha vuelto peligroso. Regresan a la Tierra.
“Panteón” es un libro lleno de descripciones, que se remansa continuamente y que no duda en hacer referencias a los episodios anteriores para centrar al lector. Insistimos, como en otras ocasiones, en que no se trata de un libro de literatura fantástica juvenil, sino de literatura fantástica. Sin más y sin menos.

La primavera no reía

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LA PRIMAVERA NO REÍA
De Mercedes Neuschäfer-Carlón, Ediciones Madú, 2005

Anabel Sáiz Ripoll

De Mercedes Neuschäfer-Carlón se pueden decir muchas cosas (y buenas). De ella destacaría su inmensa humanidad que se plasma en todo lo que escribe. Es una persona amable, afable y muy interesada por el mundo y todo lo que le rodea. Asturiana de nacimiento, vive hoy en Alemania (de allí es su marido), aunque con frecuencia visita Madrid o Marbella, por ejemplo. Su vocación literaria va por el camino de la literatura infantil donde destacan obras como “Antonio en el país del silencio”, “Violín y guitarra”, “La acera rota”, “Tras los muros”, “Una fotografía mal hecha”, “En la guarida secreta”, “La cabaña abandonada” y “El yate blanco”.
Conocí a Mercedes gracias a “La acera rota”. “La acera rota” es un libro sin edad que recoge los recuerdos de Elena, la niña que también fue Mercedes, en los duros tiempos de la Guerra Civil. El libro que ahora reseñamos es su continuación, por lo tanto, no es tampoco un libro que tenga un lector determinado. Pienso, incluso, que requiere una lectura seria y profunda, la lectura de la experiencia porque lo que narra no es fácil, aunque lo cuente una niña de ojos puros. No obstante, también pueden leerlo los niños y jóvenes porque así se acercarán a un periodo de nuestra historia que fue tremendamente duro, en el cual, por mucho que se buscase, “la primavera no se reía”.
La novela está narrada en tercera persona, aunque da la impresión de que es la propia Elena la que nos lo cuenta todo. La reencontramos, tras “La acera rota” con 8 años y la dejamos, al acabar el libro, con 16. Son, pues, los años que cierran la infancia y entran en la adolescencia. Elena ha vivido la dureza de la guerra, aunque no se puede quejar porque tiene una familia que la arropa y no pasa hambre, pero la sensación gris de la época late en todo el relato. Sin embargo, no es un libro triste, en absoluto, es un libro limpio, de lectura diáfana y esperanzada. Nos cuenta, es verdad, la represión de los cuarenta, pero también los anhelos de unas personas, de unas gentes que luchaban por salir adelante. Nos habla de una época en que la magia del cine era importante, en que las relaciones se establecían poco a poco, en que las circunstancias eran distintas y, sin embargo, las ilusiones, los sueños y los amores eran los mismos que pueda sentir un joven hoy en día.
¿Hasta qué punto es una novela sin más? Sospechamos que tras Elena, como ocurría en “La acera rota”, sigue habiendo mucho de la propia autora, aunque animado por la mirada de la distancia, a veces de la nostalgia y siempre de la buena literatura. Es una novela fácil de leer, es cierto, pero no nos engañemos, porque tras su aparente facilidad hay un esfuerzo, precisamente, para ajustarse a los pensamientos de una niña, primero, y de una joven, después.
Bien es cierto que no es un momento de nuestra historia reciente que debamos echar de menos, pero, de alguna manera, todos podemos entender la vida que late tras “La primavera no reía”. Elena sigue viviendo en un pueblo de Asturias, va al colegio, no acaba de entender bien las diferencias de clases, quiere a sus padres, a sus hermanos y lucha por integrarse en su vida; pero de una manera noble, pura, esencial. Elena descubre que no todos somos iguales, y eso le da mucha pena, pero también encuentra grandes sentimientos como la amistad y, sobre todo, el amor. Así acaba el libro, con una puerta abierta a la esperanza. Aunque pueda parecer nostálgico no lo es, precisamente porque se cierra mirando al futuro y porque “para Elena la primavera empezaba a sonreír”.

Tríada (Memorias de Idhún II)

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MEMORIAS DE IDHÚN II (TRÍADA)
De Laura Gallego, SM, 2005

Anabel Sáiz Ripoll

“Tríada” es la segunda parte de las “Memorias de Idhún”. Se trata de un libro hermoso, muy atractivo y que continúa la peripecia que dejamos abierta en su día. Es una lectura apropiada para jóvenes y mayores, para los que, en definitiva, disfruten de la buena literatura fantástica.
Esta vez llegamos físicamente a Idhún, el planeta de los tres soles y las tres lunas (se incluye un plano del planeta que nos facilita mucho la lectura). Volvemos a encontrar a los personajes que ya conocemos: Kirtash. Jack y Victoria; que descubren que no pueden hacer nada por separado. Se saben prisioneros de un mismo destino, sin que lo hayan pedido. Victoria no puede prescindir de ninguno de los dos, aunque Jack y Kirtash no mantengan muy buenas relaciones. Los tres forman la “Tríada” y los tres juntos son los que pueden liberar a Idhún y hacer que se cumpla la profecía.
En la segunda parte de las Memorias, vemos, al principio, a un Kirtash debilitado por los sentimientos. Cuando actúa como humano, recibe el nombre de Christian, que le puso la propia Victoria, aunque él se siente extraño sintiendo emociones. En él se sigue operando la transformación que veíamos ya en la primera parte. Se sabe hijo de Ashram, el malvado, el nigromante y, sin embargo, lucha por sus sentimientos hacia Victoria.
En la segunda parte, hablando de Ashram, descubrimos qué es eso tan terrible que se esconde tras su mirada de hielo. Ashran parece humano por fuera, pero la criatura que lo habita no, ya que es, ni más ni menos, el Séptimo Dios de la Profecía, el malvado y perverso que osó enfrentarse a los Seis dioses de Idhún. Ashran es quien se hizo con el poder del Planeta y quien se enfrenta a la Tríada en la segunda parte.
Victoria, por su parte, es el canalizador de la magia porque, como unicornio, puede otorgarla a quien mire, de ahí que sea tan importante salvar al último Unicornio porque, si él muere, la magia se perderá.
Jack, por último, ya se reconoce como el último dragón y decide ir en busca de sus orígenes para aprender a sentir, cuando llegue el momento, como un verdadero dragón, el último dragón de la resistencia.
Y no podemos prescindir del planeta a Idhún, que condensa toda la capacidad de fabulación de Laura Gallego. Idhún es un mundo mágico, con una geografía bien delimitada y con unas características propias, quizá destaca porque tiene tres lunas y tres soles. Y es que el mundo que crea Laura Gallego, así como todos los seres que forman su bestiario, es riquísimo, lleno de magia y de imaginación.
La novela acaba de una manera dolorosa, puesto que no sabemos qué ocurrirá con Victoria, si se salvará o sucumbirá, mientras aparece Gerde, el hada malvada, en discordia. Tal vez la lucha que se ha establecido (y que tan bien describe la autora) entre las fuerzas del bien y las del mal haya sido inútil, aunque nos resistimos a creerlo, pero para eso habrá que aguardar a la tercera parte.

La resistencia (Memorias de Idhún I)

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MEMORIAS DE IDHÚN (LA RESISTENCIA)
De Laura Gallego, SM, 2004

Anabel Sáiz Ripoll

Laura Gallego (Quart de Poblet, Valencia, 1977) es una escritora muy joven que ya está consolidando su peculiar forma de hacer literatura, un mundo propio, lleno de riqueza, de matices y de ilusión. Ganó el 1998 el premio Barco de Vapor con “Finis Mundi”, novela excelente que ya reseñaremos en otro momento, y volvió a hacerlo con “La leyenda del Rey Errante” en 2002, otro título sugerente y evocador. Entre sus otras novelas tenemos las “Crónicas de la Torre”, “El coleccionista de relojes extraordinarios”, “Las hijas de Tara” y “La hija de la noche”, que hemos reseñado recientemente en estas páginas.
Hoy nos ocupamos de las “Memorias de Idhún”, una obra ambiciosa, cuya segunda parte va aparecer en otoño. Aquí, en “La Resistencia”, Laura Gallego presenta un mundo fantástico, a caballo entre lo real y lo imaginario, donde hay cosas que, gracias a la magia, pueden ser posibles. Un grupo de seres viven en un espacio, entre la Tierra e Idhún, un espacio al que es difícil llegar y que se llama Limbhad. Son el príncipe Alsan y el mago Shail. De alguna manera están relacionados porque ellos son los que rescataron al último unicornio y al último dragón, que habían sido barridos de la faz de Idhún por Ashram, el nigromante, y los sheks, una terribles serpientes aladas. A estos se unen Jack, un joven al que han matado a su familia y no entiende el porqué, y Victoria, una muchacha con ciertos poderes para la magia. Juntos pretenden que Idhún, el mundo de los tres soles y las tres lunas, recobre su libertad; pero han de luchar contra el enviado de Ashram, Kirtash.
La novela es de una extensión considerable, pero de lectura muy atractiva porque no se limita a ofrecernos un mundo de magia, no, puesto que nos lo trae a la Tierra y une lo prodigioso con lo normal, al menos para los terrícolas. Y es que Jack y Victoria, aparentemente, son humanos y tienen –hasta que algo les sucede- la vida de los humanos.
“La Resistencia” presenta el punto de partida de esta serie, cómo son los personajes y su evolución ya que no son criaturas planas, al contrario. Todos evolucionan, hasta el malvado Kirtash acaba sufriendo una evolución extraordinaria, gracias a su parte humana, gracias al amor que siente por Victoria que, de alguna manera, lo transforma.
Laura Gallego, repetimos, construye un mundo en que es fácil pasar de Madrid o Alemania a otra dimensión, en que lo extraordinario convive con lo cotidiano, en que no es raro descubrir que hay seres que tienen una doble naturaleza, como le sucede a Alsan, aunque sin quererlo, o a Kirtash o a los propios protagonistas, Jack y Victoria, quienes
–y no lo desvelamos- son el verdadero icono de la Resistencia.
En definitiva, una novela deslumbrante (ya por su mera presentación exterior, puesto que la Editorial ha cuidado este extremo con mimo) que va acelerando el ritmo narrativo y concentrando en el clímax final una serie de respuestas que laten durante toda la novela.
“Memorias del Idhún” gustará mucho a los amantes de la literatura fantástica, pero, incluso, a los que no les interese ese tipo de literatura también interesará porque Laura Gallego crea un universo nuevo, sin dejarse el menor detalle, un universo lleno de sentimientos donde la ternura y el amor es importante, pero donde tampoco falta acción y superación de obstáculos, a veces personales, a veces externos.