El último de los nutrientes que vamos a estudiar es el agua. A pesar de ser el compuesto más abundante sobre la tierra y constituir el 65% de nuestro peso corporal, es para nuestro organismo más importante que cualquier otro nutriente. Podemos estar días, semanas e incluso meses sin comer; pero no sobrevivimos sin beber más allá de unos cuantos días, eso si las condiciones ambientales no son desfavorables.
¿Por qué es tan vital el agua? En primer lugar, porque es el medio en el que tienen lugar todas las reacciones químicas que hacen que el nuestro sea un organismo vivo. En segundo lugar, porque ayuda a mantener constante la temperatura corporal mediante la evaporación del sudor.
Así pues, es imprescindible reponer el agua que perdemos diariamente a través de las heces, la orina, el sudor y la respiración. El mecanismo de la sed suele ser suficiente para provocar el deseo de beber y satisfacer nuestras necesidades hídricas. A ello contribuyen también los alimentos sólidos, pues una parte muy importante de ellos es agua (el 90% de las hortalizas, el 85% de la fruta, el 60% de la carne).
Es bueno beber abundante agua, y no porque ayude a eliminar toxinas, sino porque diluye la orina y disminuye el riesgo de que se formen cálculos en el riñón. Además, suele ocurrir que la sensación de sed desaparece tras los primeros tragos, bastante antes de que hayamos repuesto toda el agua que necesitamos. Eso es frecuente en los niños y en los ancianos. También es habitual después de finalizar un ejercicio físico prolongado. En estos casos, la única solución para evitar permanecer en un cierto estado de deshidratación es beber agua a pesar de no tener sed.