
Estos días nos acercaremos al texto de Drácula, de Bram Stoker, publicado en 1897, y que pasaría no sólo a ser la novela más conocida de este autor norteamericano, sino que sería la novela gótica más conocida del mundo. Se dice que Stoker concibió la obra cuando, a raíz de una indigestión de cangrejo, tuvo alucinaciones de una especie de rey de los vampiros que salía de su tumba en busca de sangre.
Aquí os dejo el trailer de la película Drácula, de Bram Stoker, de Francis Ford Coppola, que veremos al final del curso.
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Cambiamos de tema y de lectura y pasamos a otros amantes con destino trágico: Romeo y Julieta. Aquí tenéis el cuestionario para contestar a unas preguntas de comprensión de la lectura.
trabajo-romeo-y-julieta.doc
Os dejo aquí la recreación mística del Cantar de los Cantares bíblico que hizo el poeta renacentista san Juan de la Cruz. La interpretación del poema, como del texto bíblico, puede tener una doble interpretación: en este caso, san Juan nos habla del encuentro de dos amantes y, al mismo tiempo, reproduce el ansiado encuentro del alma del poeta con Dios. Fijaos en lo hermoso de la ambigüedad:
La noche oscura
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.



Estas tres obras que encabezan esta entrada pertenecen a la serie The lady of Shalott, del pintor prerrafaelita John William Waterhouse, e ilustran un poema de Tennyson sobre la dama de Shalott. Éste hace referencia a una hermosa leyenda perteneciente al ciclo artúrico que compartiré aquí con vosotras/os :
Elena, la dama de Shalott, vivía encerrada en una torre, donde tejía noche y día. Un día, un susurro la previno de una horrible maldición que le sucedería si miraba directamente a Camelot, que se veía desde su ventana. Aunque desconocía cuál era la maldición, ella seguía tejiendo sin mirar nunca a Camelot, salvo a través de un espejo. Nadie la había visto nunca, pero los campesinos aseguraban que oían sus cantos misteriosos. Elena reflejaba en sus telas lo que veía a través del espejo, como los sucesos de los caballeros de la mesa redonda. Pero un día, la dama de Shalott vio a Lancelot a través del espejo y se enamoró de él. Sin poder evitarlo, se giró y miró a Camelot directamente y la maldición cayó sobre ella: el espejo se quebró, las telas salieron volando y ella salió de la torre y tomó una barca en dirección a Camelot. De camino a Camelot, entonó su última canción, ya que su vida se fue apagando a medida que se acercaba.Como veis, el primero de los lienzos hace referencia al hastío de Elena, encerrada en la torre y entre las telas; el segundo, representa el momento en que ve a Lancelot a través del espejo y se enamora; y el tercero, el más conocido, la representa ya en la barca, entonando su última canción de camino a Camelot, a donde nunca llegará.
Los versos de Tennyson que recrean ese último momento de Elena son los siguientes:
Y en la oscura extensión río abajo
-como un audaz vidente en trance,
contemplando su infortunio-
con turbado semblante
miró hacia Camelot.
Y al final del día
la amarra soltó, dejándose llevar;
la corriente lejos arrastró
a la Dama de Shalott.
Yaciendo, vestida con níveas telas
ondeando sueltas a los lados
-cayendo sobre ella las ligeras hojas-
a través de los susurros nocturnos
navegó río abajo hacia Camelot:
Y yendo su proa a la deriva
entre campos y colinas de sauces,
oyeron cantar su última canción,
a la Dama de Shalott.
Escucharon una tuna, lastimera, implorante,
tanto en voz alta voz como en voz baja,
hasta que su sangre se fue helando lentamente,
y sus ojos se oscurecieron por completo,
vueltos hacia las torres de Camelot;
Y es que antes de que fuera llevada por la corriente
hacia la primera casa junto a la orilla,
murió cantando su canción,
la Dama de Shalott.
No puedo terminar esta entrada de leyenda sin hacer referencia a la genial artista Loreena McKennit, que tomó asimismo esta leyenda y la transformó en esta hermosa canción, con el mismo título que esta entrada: The lady of Shalott, y que os dejo aquí en este fantástico directo:
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