Miguel Hernández: Video-Antologia

        JOAN MANUEL SERRAT, Para la libertad

        PARA LA LIBERTAD

        Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
        Para la libertad, mis ojos y mis manos,
        como un árbol caudal, generoso y cautivo,
        doy a los cirujanos.

        Para la libertad siento más corazones
        que arenas en mi pecho; dan espuma mis venas
        y entro en los hospitales, y entro en los algodones
        como en las azucenas.

        Porque donde unas cuencas vacías amanezcan
        ella pondrá dos piedras de futura mirada
        y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
        en la carne talada.

        Retoñarán aladas de savia sin otoño
        reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida
        Porque soy como el árbol talado, que retoño:
        porque aún tengo la vida.

        POETAS. No cesará este rayo que me habita.

        NO CESARÁ ESTE RAYO…

        ¿No cesará este rayo que me habita
        el corazón de exasperadas fieras
        y de fraguas coléricas y herreras
        donde el metal más fresco se marchita?

        ¿No cesará esta terca estalactita
        de cultivar sus duras cabelleras
        como espadas y rígidas hogueras
        hacia mi corazón que muge y grita?

        Este rayo ni cesa ni se agota:
        de mí mismo tomó su procedencia
        y ejercita en mí mismo sus furores.

        Esta obstinada piedra de mí brota
        y sobre mí dirige la insistencia
        de sus lluviosos rayos destructores.

        El rayo que no cesa (1934-1935)

        JOAN BAEZ, Llegó con tres heridas.

        LLEGÓ CON TRES HERIDAS

        Llegó con tres heridas:
        la del amor,
        la de la muerte,
        la de la vida.

        Con tres heridas viene:
        la de la vida,
        la del amor,
        la de la muerte.

        Con tres heridas yo:
        la de la vida,
        la de la muerte,
        la del amor.

        Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

        JOAN MANUEL SERRAT, Menos tu vientre.

        MENOS TU VIENTRE

        Menos tu vientre,
        todo es confuso.
        Menos tu vientre,
        todo es futuro
        fugaz, pasado
        baldío, turbio.
        Menos tu vientre,
        todo es oculto.
        Menos tu vientre,
        todo inseguro,
        todo postrero,
        polvo sin mundo.
        Menos tu vientre,
        todo es oscuro.
        Menos tu vientre
        claro y profundo.

        Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

        PACO IBÁÑEZ, Andaluces de Jaen.

        ACEITUNEROS

        Andaluces de Jaén,
        aceituneros altivos,
        decidme en el alma: ¿quién,
        quién levantó los olivos?

        No los levantó la nada,
        ni el dinero, ni el señor,
        sino la tierra callada,
        el trabajo y el sudor.

        Unidos al agua pura
        y a los planetas unidos,
        los tres dieron la hermosura
        de los troncos retorcidos.

        Levántate, olivo cano,
        dijeron al pie del viento.
        Y el olivo alzó una mano
        poderosa de cimiento.

        Andaluces de Jaén,
        aceituneros altivos,
        decidme en el alma: ¿quién
        amamantó los olivos?

        Vuestra sangre, vuestra vida,
        no la del explotador
        que se enriqueció en la herida
        generosa del sudor.

        No la del terrateniente
        que os sepultó en la pobreza,
        que os pisoteó la frente,
        que os redujo la cabeza.

        Árboles que vuestro afán
        consagró al centro del día
        eran principio de un pan
        que sólo el otro comía.

        ¡Cuántos siglos de aceituna,
        los pies y las manos presos,
        sol a sol y luna a luna,
        pesan sobre vuestros huesos!

        Andaluces de Jaén,
        aceituneros altivos,
        pregunta mi alma: ¿de quién,
        de quién son estos olivos?

        Jaén, levántate brava
        sobre tus piedras lunares,
        no vayas a ser esclava
        con todos tus olivares.

        Dentro de la claridad
        del aceite y sus aromas,
        indican tu libertad
        la libertad de tus lomas.

        Viento del pueblo (1936-1937)

        JOAN MANUEL SERRAT, Canción última.

          CANCIÓN ÚLTIMA

          Pintada, no vacía:
          pintada está mi casa
          del color de las grandes
          pasiones y desgracias.

          Regresará del llanto
          adonde fue llevada
          con su desierta mesa,
          con su ruinosa cama.

          Florecerán los besos
          sobre las almohada.

          Y en torno de los cuerpos
          elevará la sábana
          su inmensa enredadera
          nocturna, perfumada.

          El odio se amortigua
          detrás de la ventana.
          Será la garra suave.
          Dejadme la esperanza.

          PACO DAMAS Y LUÍS EDUARDO AUTE , Tus ojos se me van.

          TUS OJOS SE ME VAN

          Tus ojos se me van
          de mis ojos y vuelven
          después de recorrer
          un páramo de ausentes.

          Tu boca se me marcha
          de mi boca y regresa
          con varios besos muertos
          que aún baten, que aún quisieran.

          Tus brazos se desploman
          en mis brazos y ascienden
          retrocediendo ante esa
          desolación que sientes.

          De “Cancionero y romancero de ausencias” 1941 1942

          JOAN MANUEL SERRAT, Elegía a Ramón Sijé

          ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ

          (En Orihuela, su pueblo y el mío, se
          me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
          a quien tanto quería)

          Yo quiero ser llorando el hortelano
          de la tierra que ocupas y estercolas,
          compañero del alma, tan temprano.

          Alimentando lluvias, caracolas
          y órganos mi dolor sin instrumento,
          a las desalentadas amapolas
          daré tu corazón por alimento.
          Tanto dolor se agrupa en mi costado
          que por doler me duele hasta el aliento.

          Un manotazo duro, un golpe helado,
          un hachazo invisible y homicida,
          un empujón brutal te ha derribado.

          No hay extensión más grande que mi herida,
          lloro mi desventura y sus conjuntos
          y siento más tu muerte que mi vida.

          Ando sobre rastrojos de difuntos,
          y sin calor de nadie y sin consuelo
          voy de mi corazón a mis asuntos.
          Temprano levantó la muerte el vuelo,
          temprano madrugó la madrugada,
          temprano estás rodando por el suelo.

          No perdono a la muerte enamorada,
          no perdono a la vida desatenta,
          no perdono a la tierra ni a la nada.

          En mis manos levanto una tormenta
          de piedras, rayos y hachas estridentes
          sedienta de catástrofes y hambrienta.
          Quiero escarbar la tierra con los dientes,
          quiero apartar la tierra parte a parte
          a dentelladas secas y calientes.

          Quiero minar la tierra hasta encontrarte
          y besarte la noble calavera
          y desamordazarte y regresarte.

          Volverás a mi huerto y a mi higuera:
          por los altos andamios de las flores
          pajareará tu alma colmenera

          de angelicales ceras y labores.
          Volverás al arrullo de las rejas
          de los enamorados labradores.

          Alegrarás la sombra de mis cejas,
          y tu sangre se irá a cada lado
          disputando tu novia y las abejas.

          Tu corazón, ya terciopelo ajado,
          llama a un campo de almendras espumosas
          mi avariciosa voz de enamorado.

          A las ladas almas de las rosas
          del almendro de nata te requiero,
          que tenemos que hablar de muchas cosas,
          compañero del alma, compañero.

          El rayo que no cesa.

          Joan Manel Serrat. Nanas de la cebolla.

                NANAS DE LA CEBOLLA

                La cebolla es escarcha
                cerrada y pobre:
                escarcha de tus días
                y de mis noches.
                Hambre y cebolla:
                hielo negro y escarcha
                grande y redonda.

                En la cuna del hambre
                mi niño estaba.
                Con sangre de cebolla
                se amamantaba.
                Pero tu sangre,
                escarchada de azúcar,
                cebolla y hambre.

                Una mujer morena,
                resuelta en luna,
                se derrama hilo a hilo
                sobre la cuna.
                Ríete, niño,
                que te tragas la luna
                cuando es preciso.

                Alondra de mi casa,
                ríete mucho.
                Es tu risa en los ojos
                la luz del mundo.
                Ríete tanto
                que en el alma al oírte,
                bata el espacio.

                Tu risa me hace libre,
                me pone alas.
                Soledades me quita,
                cárcel me arranca.
                Boca que vuela,
                corazón que en tus labios
                relampaguea.

                Es tu risa la espada
                más victoriosa.
                Vencedor de las flores
                y las alondras.
                Rival del sol.
                Porvenir de mis huesos
                y de mi amor.

                La carne aleteante,
                súbito el párpado,
                el vivir como nunca
                coloreado.
                ¡Cuánto jilguero
                se remonta, aletea,
                desde tu cuerpo!

                Desperté de ser niño.
                Nunca despiertes.
                Triste llevo la boca.
                Ríete siempre.
                Siempre en la cuna,
                defendiendo la risa
                pluma por pluma.

                Ser de vuelo tan alto,
                tan extendido,
                que tu carne parece
                cielo cernido.
                ¡Si yo pudiera
                remontarme al origen
                de tu carrera!

                Al octavo mes ríes
                con cinco azahares.
                Con cinco diminutas
                ferocidades.
                Con cinco dientes
                como cinco jazmines
                adolescentes.

                Frontera de los besos
                serán mañana,
                cuando en la dentadura
                sientas un arma.
                Sientas un fuego
                correr dientes abajo
                buscando el centro.

                Vuela niño en la doble
                luna del pecho.
                Él, triste de cebolla.
                Tú, satisfecho.
                No te derrumbes.
                No sepas lo que pasa
                ni lo que ocurre.

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